jueves, 1 de abril de 2010

Va de recomendaciones

El sábado pasado me quedé sin ver la exposición sobre el impresionismo en la Fundación Mapfre de Madrid. La cola daba una vuelta a todo el edificio y eran ya las 6 de la tarde, no nos daba tiempo a poder ver la exhibición. Pero no me importó, estaba ya saciada. Venía de de ver Aquí huidizo, de Isidro Blasco, la primera recomendación de éste post. Mi amigo me dijo que no me dejara llevar por la primera impresión, menos mal que le hice caso y seguí adelante. Tenéis hasta el 16 de mayo para poder disfrutarla, yo si pudiera, repetiría.


Segunda recomendación. No sé si es un problema, pero me está comenzando a gustar más Esquire que Vogue. Personalmente, creo que la edición española de la biblia de la moda flojea bastante. Las editoriales son pobres, las entrevistas también y algunos de los reportajes de moda y tendencias van un poco a la cola del resto. Así que corred al kiosko y comprad Esquire. Dos reportajes con los que más he disfrutado: la entrevista a Paolo Vasile y el reportaje sobre Akira Kurosawa. El universo Vasile es fascinante; siempre me ha llamado la atención el hombre al que María Teresa Campos llamó gilipollas cuando fracasaba en la competencia. En cambio, no he visto ninguna película de Kurosawa a día de hoy, pero prometo hacerlo pronto. Una gafapastas como yo no puede permitirse ese lujo.

Tercera recomendación. Leer o releer Cinco horas con Mario de Miguel Delibes. La muerte del escritor vallisoletano me pilló desprevenida y cuando justo terminé mi penúltimo libro. Así que volví con éste. Qué gusto da leer algo que está tan bien escrito y, sobre todo, explicado.

Cuarta recomendación. Ir al Hotel Mandarin de Barcelona y visitar su tienda de Tiffany's. Por fin podremos tomar un desayuno con diamantes en la ciudad condal.

Quinta y última. Ir al Bar Los Amigos, en la Elipa de Madrid. Bar sin mesas, con rollos de papel higiénico colgando de la barra y sin ninguna silla ni taburete alguno. Eso sí, te plantan 10 tapas con solo pedir tu bebida, los camareros son la alegría de la huerta y cada vez que alguien da bote suena una alegre campana que no te permite bajar la guardia en ningún momento. Divertidísimo, memorable y entrañable. Eso sí, sería bueno dosificar las visitas, mi estómago y mi celulitis no podrían permitirse ese lujo muy asiduamente.

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